Personajes

Alfonso Diez

alfonso@codigodiez.mx

¿Qué esperan las FARC?

 

La noticia es, sin duda, la liberación de Ingrid Betancourt. Tras seis años y cuatro meses —2321 días— secuestrada por las FARC, el ejército colombiano la liberó junto a otros 14 rehenes entre los que se encontraban tres norteamericanos.

No se disparó una sola bala. Fue una labor de inteligencia planeada con un año de anticipación.

Aquellos que casi se habían puesto del lado de las FARC en esta lucha del gobierno colombiano contra la guerrilla, tendrán que lamentar sus expresiones. La misma Ingrid ha denostado a sus captores y ha hecho saber al mundo las deplorables condiciones en que se encontraba, la comida escasa en la que ya no le proporcionaban ni siquiera fruta y verduras.

Los sucesos dejaron al descubierto la enorme falta de comunicación entre las diferentes células que conforman a la guerrilla de las FARC. Uno de los detenidos durante la operación de rescate declaró que tenían más de dos años sin comunicación con los mandos centrales.

Dice Ingrid que la evidente falta de recursos entre sus captores era tan grave que si, por ejemplo, sus botas se rompían por el uso, no podían obtener otras, tenían que buscar la manera de parcharlas.

¿Cuántas células de las FARC continúan operando? No hay una respuesta pública todavía. Tras la muerte de Manuel Marulanda y Raúl Reyes, los guerrilleros comienzan a adaptarse a los nuevos dirigentes y queda claro que sus dificultades son cada día mayores.

No ha habido, hasta ahora, una sola voz que critique la liberación de Ingrid; ninguna que externe su apoyo a las FARC, ni siquiera el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, que en el pasado llegó a pedir que se considerara a ese grupo como fuerza beligerante, con el objetivo de que recibiera canonjías y apoyos a nivel internacional.

Ahora, al contrario, ha pedido a las FARC que liberen a todos los secuestrados sin condiciones y les advierte que su lucha lo único que está logrando es que sus persecutores volteen la vista a Venezuela con el ánimo de culparla de todo lo que hace la guerrilla y en un momento dado podrían propiciar una intervención armada en suelo venezolano por parte de los Estados Unidos.

Cuando en el pasado hubo intentos de rescate de secuestrados en poder de las FARC por parte del gobierno colombiano, los guerrilleros optaron por disparar a los rehenes antes que permitir su liberación y ante tal forma de actuar cabe preguntarnos si al grupo que así procede se le puede llamar humanitario, o que busca algún bien social.

Y la conclusión es que solamente los terroristas proceden de esa manera. Los verdaderos guerrilleros, como el Che Guevara y Fidel Castro, ni por asomo actuaron alguna vez así (ver Personajes del 13 de marzo y del 2 de mayo).

Se acusa a las FARC de secuestrar con el único objetivo de obtener dinero sin importar quién sea el secuestrado ni el daño que le causen a éste o a su familia. En esto no hay diferencia entre este grupo guerrillero y cualquier otro secuestrador común.

Se les acusa también de colaborar con los narcotraficantes, aunque las FARC arguyen, “en su defensa”, que lo único que hacen es cobrarles cuotas por permitirles sembrar en los territorios que dominan, y/o permitirles instalar laboratorios de procesamiento de cocaína en lugares bajo su control, pero que no siembran ni procesan directamente la droga.

Ante estas declaraciones uno se tiene que preguntar si en serio piensan que eso no es colaborar con el narcotráfico.

¿Qué acción desarrollada por las FARC hasta ahora puede ser vista como propia de un grupo que lucha por los pobres, por una sociedad más equitativa, por conquistas sociales, por un cambio hacia el socialismo (por ejemplo)? Ninguna.

Por esto y tras la liberación de Ingrid, con seguridad no habrá país en el mundo que aplauda las actividades de las FARC.

¿Qué espera entonces lograr ese grupo? ¿Hacia dónde van? ¿Creen en realidad que van a derrocar al gobierno establecido y a instaurar un nuevo gobierno con ellos a la cabeza?

Tras las muertes de decenas o centenas de rehenes en su poder, sumadas a su estrecha colaboración con los productores y traficantes de droga, difícilmente puede creerse que ellos mismos esperen alguna vez integrarse a una vida de paz social en la que vivan y permitan vivir a los demás en tales condiciones.

En el supuesto caso de que la cantidad de sus integrantes y el poder de su armamento llegara a ser tan grande que se vislumbrara su pronto acceso al poder, los ojos del mundo voltearían a ver a Colombia con la esperanza de que alguna nación poderosa salvara al pueblo del posible yugo al que quedaría sometido.

Y visto esto, lo mejor para ellos, para las FARC, sería que entregaran a todos los rehenes todavía en su poder, sin poner condiciones, y aceptaran el ofrecimiento del presidente de Francia de otorgar asilo incondicional al guerrillero que acepte dejar la lucha armada.

Pueden obtener eso, o esperar la cárcel o la muerte.

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